Primer año de Milei: Nada que celebrar

El 10 de diciembre se cumplió un año de la llegada al poder de Javier Milei en Argentina. El personaje celebró con una cadena nacional los supuestos logros económicos de su mandato.

Ya en anteriores columnas, y por este mismo medio, indagué en las razones históricas y políticas detrás de los fallidos intentos que de tanto en tanto surgen en Argentina para transformar su sociedad y su economía bajo los principios del neoliberalismo.

Recordemos que el neoliberalismo, a diferencia del capitalismo, extrema el rol del mercado, especialmente centrándose en la desregulación, privatización y reducción del tamaño del Estado.

En ese sentido, Milei buscaría emular el modelo económico chileno, conocido por sus cifras macroeconómicas positivas en los últimos 40 años. Sin embargo, lo que suelen ignorar los gurúes del neoliberalismo, así como sus fantoches políticos, es que, al desagregar microeconómicamente esos macronúmeros positivos, queda en evidencia la altísima desigualdad al interior de la sociedad chilena, una característica común de los sistemas neoliberales.

Por ejemplo, el alto PIB por Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) de Chile, que alcanza aproximadamente hoy los US$29.000 per cápita anuales (unos generosos US$2.400 mensuales), contrasta de manera notable con los ingresos reales de la población. Según la última “Encuesta Suplementaria de Ingresos” del INE, cerca de la mitad de los trabajadores chilenos recibe un bajísimo sueldo que ronda los US$600 mensuales, y cerca del 75% ni siquiera supera los US$1.000.

Estos antecedentes evidencian una brecha sustancial entre el promedio teórico del PIB per cápita y los ingresos de los trabajadores chilenos, lo que subraya la desigualdad en la distribución del ingreso. Este fenómeno plantea dudas reales sobre la equidad y sostenibilidad social del modelo neoliberal chileno.

Pero volvamos a la Argentina de Milei. Los tres aciertos de sus políticas macroeconómicas pasarían por haber conseguido bajar la inflación, a menos de un 3% mensual; lograr un superávit fiscal, al reducir el tamaño del Estado, lo que implicó despidos masivos de funcionarios; y alcanzar la estabilización del tipo de cambio, reduciendo la volatilidad y la disparidad entre los distintos tipos de cambio de monedas extranjeras, especialmente del dólar.

Ahora bien, esos macronúmeros deben desagregarse en los aspectos cotidianos del ciudadano argentino.

Para dar seriedad y fiabilidad a los antecedentes que presentaré, se analizaron informes de dos destacados centros de investigación económica en Argentina. Por un lado, el recientemente publicado “Deudas sociales en la Argentina del siglo XXI: (2004-2024)” del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), así como algunos de los últimos documentos que mensualmente elabora el Centro de Economía Política de Argentina (CEPA).

En el informe sobre “La ejecución presupuestaria de la administración pública” de CEPA, se establece que, en el ámbito de la salud, el gobierno de Milei ha implementado un severo ajuste en el sector. Por ejemplo, en la Superintendencia de Servicios de Salud, el recorte alcanzó un porcentaje récord de 69%, afectando directamente la capacidad del sistema sanitario de brindar atención de calidad a sus miles de usuarios.  

En el mismo informe se señala que la inversión en ciencia y tecnología también ha sufrido una drástica caída en su presupuesto, probablemente el mayor recorte entre todos los servicios públicos, ya que fue de un escandaloso 98%.

En otros de los informes de CEPA, relacionados con la dinámica laboral y empresarial, se destaca el deterioro significativo del mercado laboral, especialmente al interior de las pequeñas empresas, donde han cerrado más de 12.000 de estas. Asimismo, a pesar de los excesivos despidos en la administración pública, este sector no ha sido el más perjudicado bajo la gestión de Milei, sino que ha sido el rubro de la construcción, que ha perdido cerca de 90 mil empleos en un año.

Probablemente, el antecedente más alarmante de la pésima gestión económica de Milei pasa por el notorio aumento en el indicador de pobreza e indigencia. Según el informe de ODSA, en el tercer trimestre de este año, las cifras se proyectan a un 49,9% y 12,3% respectivamente.

ODSA también destaca que, los sectores medios más frágiles, han experimentado una drástica caída en su capacidad de consumo, especialmente en productos alimenticios. Esta inseguridad alimentaria alcanza hoy en día a un sorprendente 24,3% de los hogares argentinos, lo que significa que muchas familias se han visto en la necesidad de reducir las porciones de sus comidas, saltárselas o simplemente pasar hambre al dejar de alimentarse.

Y si eso no bastara, el informe ODSA señala que la mayoría de los argentinos tiene hoy en día graves dificultades para pagar los servicios básicos, como agua, luz o gas, así como para pagar consultas médicas o adquirir medicamentos.

A un año de su gestión, este triste y oscuro escenario económico de Milei debió ser la columna vertebral de su discurso celebrativo de este 10 de diciembre; pero no fue así. Como todo político superficial, hizo gala de sus cifras macroeconómicas.

Ahora bien, con respecto a la inversión pública, Milei tiene sus privilegiados, los militares. Este año no solo adquirió 24 aviones F-16 en más de US$300 millones, sino que aumentó el gasto del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. en un considerable 70% interanual, es decir unos 36 mil millones de pesos argentinos.

Seguramente, ese gasto busca prepararlos para un futuro shock represivo, cuando el pueblo argentino reaccione, tal como lo hizo en 2001, ante un neoliberal que hoy, con “motosierra”, pretende arrebatarles hasta su dignidad como personas.

Jorge Olguín Olate

Doctor en Historia de la Universidad de Chile