Ciudadanía Digital: La gran ausente de la Actualización Curricular en Historia

Acaba de finalizar la consulta pública de la propuesta de Actualización Curricular que abarca desde 1° año de enseñanza básica hasta 2° medio. Para el Ministerio de Educación, la actualización curricular es: “una oportunidad para abordar y reflejar grandes acuerdos sobre el Currículum Nacional, resguardando el principio de equidad, definiendo expectativas formativas desafiantes orientadas a construir una base cultural común, además de promover el acceso al conocimiento y a la formación de una sociedad democrática e inclusiva”.

Esta contundente, pero a la vez desafiante declaración, forma parte de un proceso que se inició en este particular caso en 2022, especialmente para hacer frente a las profundas brechas de aprendizaje que se evidenciaron tras la pandemia del COVID-19. El proceso se inició con una primera fase de “diagnóstico y levantamiento de información”, que continuó en 2023 con el desarrollo de un Congreso Pedagógico y Curricular y cuya propuesta final fue presentada este año a consulta pública, para su posterior presentación final al Consejo Nacional de Educación, organismo técnico-político encargado de aprobarla en su última etapa.

En el caso específico de la actualización de las Bases Curriculares de Historia, Geografía y Educación Ciudadana, resulta valioso que los contenidos, tanto ética como políticamente, den prioridad al aprendizaje del sistema democrático bajo un marco de Derechos Humanos. Priorizar este punto es esencial, especialmente cuando actualmente los sectores conservadores del país instrumentalizan mediáticamente el miedo como una forma de persuasión política.

Recordemos que ya en el año 2018 se generó una fuerte polémica tras hacerse públicos los resultados para Chile del estudio de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo, donde un 57% de nuestros estudiantes de octavo básico declaró que aceptaría vivir bajo una dictadura mientras esta le asegurara “orden y seguridad”.

 Ahora bien, el asunto crítico que interesa debatir en la presente columna, pasa por el enfoque “digital” de los “nuevos” contenidos que fomentan la democracia y promueven la defensa de los DD.HH. Si bien en el Currículum Nacional este proceso se sostiene pedagógicamente en los denominados Objetivos de Aprendizajes y también en los Transversales, y no en las metodologías didácticas propias de la implementación de los contenidos, lo cierto es que lo “digital” no es meramente una metodología didáctica o un soporte tecnológico, sino que forma parte complementaria en lo conceptual de los contenidos mismos.

Lo anterior es relevante porque, lingüísticamente, es importante declarar en esos contenidos las palabras clave que son las que finalmente construyen la realidad. En ese sentido, semánticamente el concepto que engloba lo “digital”, ya no solo implica lo que vendrá en el futuro, sino que ya es una realidad concreta del presente, especialmente ante el avance avasallador que actualmente está generando la Inteligencia Artificial a través, por ejemplo, de ChatGPT.

De esa manera, lo “digital”  ya no son solo los soportes o instrumentos TICs para abordar contenido, sino que hoy en día son un contenido en sí mismo.

Bajo la presente Actualización Curricular, lo anterior es preocupante, ya que el concepto “digital” en el apartado sobre “Historia”, solamente es mencionado en un par de oportunidades, dejando un vacío hermenéutico grave en relación a una correcta interpretación teórica actual de nociones tan relevantes como son la “Ciudadanía Digital” o la “Historia Digital”.

Si bien en el apartado curricular sobre “Tecnología e Innovación” no solo se menciona más de 80 veces la palabra “digital”, (no esperaba menos), y que inclusive existe un ítem denominado “Ciudadanía Digital”, tras revisar exhaustivamente su propuesta, se concluye que su objetivo pedagógico finalmente se limita a ser un instrumento de soporte didáctico que media entre un mínimo conocimiento teórico-reflexivo ciudadano y sus correspondientes audiencias digitales.

Comprendiendo el loable interés ministerial y de algunos expertos al plantear que el sistema educativo chileno funcione interdisciplinariamente, como podría ser, por ejemplo, haciendo un esfuerzo en la interacción recíproca de enseñanza-aprendizaje que pueda acontecer, en este caso, entre la teoría ciudadana especializada propuestas en el área de “Historia” con las propuestas “digitales” del área de “Tecnología e Innovación”.

Pero en la realidad del día a día, lo cierto es que, lamentablemente, esa es una meta que en la mayor parte del sistema educativo chileno es muy difícil de alcanzar, ya sea por la falta de incentivos positivos entre los liderazgos educativos, los cuales realmente generen instancias colaborativas al interior de sus comunidades escolares, pero especialmente por temas más sensibles aún, como es el alto grado de carga y agobio laboral que sufre el gremio de profesores, y que ya en lo va de este año lamenta la pérdida de dos de sus miembros.

En definitiva, si bien el ajuste curricular es un avance necesario para la generación de una futura ciudadanía con derechos y deberes sociales, la presente columna propone que hasta que las malas prácticas laborales no sean extirpadas del sistema educativo, es necesario que el área de “Historia, Geografía y Educación Ciudadana” posea su propia unidad curricular sobre “Ciudadanía Digital”, y que para no sumar más carga laboral al área, se le dé prioridad por sobre otros contenidos.

Solo de esa manera podremos dar cumplimiento real y concreto a la definición que hoy nos propone UNESCO, donde el ciudadano digital es aquella persona que cuenta “con la habilidad para navegar en contextos digitales complejos y comprender sus implicancias sociales, económicas, políticas, educativas y laborales”.

Jorge Olguín Olate

Doctor en Historia, Universidad de Chile