“Negro Matapacos”: El significante de la protesta social en Chile

Tras el fin de la dictadura pinochetista, entre los años 2006 y 2012, Chile vivió la recuperación masiva del espacio público como lugar de protesta social. La agenda pública de esos años estuvo fuertemente marcada por la denominada “Revolución Pingüina” de 2006 y las masivas protestas universitarias de la CONFECH de los años 2011 y 2012.

Algunos de los actores juveniles de esos movimientos de protesta social, hoy se institucionalizaron. Por ejemplo, la expresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, Carol Cariola, actualmente es la presidenta de la Cámara de Diputadas y Diputados. Asimismo, dos de los expresidentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Gabriel Boric y Camila Vallejo, hoy ocupan cargos importantes: Boric es el presidente de la República y Vallejo es la vocera de su gobierno.

Hace unas semanas, el presidente Boric generó polémica en una entrevista radial que concedió a la ARCHI. Bajo el contexto de la crisis delincuencial que afectaría al país, marcada por el asesinato de tres carabineros en el sur, Boric fue consultado por la simbología que representaría el perro “Matapacos”. Su respuesta no dejó indiferente a nadie. Señaló que “yo jamás festiné ni me hizo ningún sentido la imagen burda del perro aquel”, concluyendo que la imagen del perro “Matapacos” le parecía “ofensiva, denigrante y no es la manera que yo entiendo cómo se tiene que hacer la política”.

Entre medio de ese club de figuras que ayer eran destacados dirigentes universitarios y que hoy sobresalen como personeros con cargos de poder, la presente columna desea dejar constancia histórica, estética y filosófica, acerca de un personaje simbólico de la protesta social. Este personaje, no siendo humano, se ganó el respeto y el cariño no solo de quienes ayer protestaban, sino de un amplio espectro de la población chilena. Originalmente su nombre era “Negro”, que obedecía al color de su pelaje, y además era un fiel representante de la mayor estirpe racial de su especie en el país, es decir, era un quiltro. El nombre con el cual ese quiltro pasó a la historia del movimiento social fue “Negro Matapacos”.

Pero, ¿cómo un perro logró transformarse en un símbolo de la protesta social en el país?

Gracias al trabajo desinteresado de sus documentalistas, hoy sabemos que el “Negro” pasaba gran parte del día en la calle, es decir, era el típico perro “callejero”. Y si bien, todos los que se le acercaban y establecían algún tipo de contacto con él se sentían un “poco” sus dueños, lo cierto es que el “Negro” tenía cuidadoras. Una de ellas, desinteresadamente, le abría las puertas de su hogar en Santiago centro, por tanto, techo, agua, comida y cariño, al “Negro”, nunca le faltaron.

Pero había algo en él que superaba su instinto animal, y que lo hacía distinto a otros de su especie. Cada vez que él, estando en la tranquilidad de su hogar, escuchaba una sirena policial y/o los cánticos de los jóvenes que marchaban por la Alameda, se ponía muy inquieto. En ese momento, su cuidadora sabía que debía comenzar con el tradicional ritual de despedida, que pasaba por ponerle una llamativa pañoleta al cuello, darle su respectiva bendición, y abrirle finalmente la puerta para que el “Negro” saliera raudamente a la calle.

Él sabía claramente dónde dirigirse, que pasaba por sumarse con su presencia y ladridos en apoyo de los miles de jóvenes que multitudinariamente marchaban por las calles de Santiago exigiendo algo tan noble como “educación gratuita y de calidad”, y que ya, a esas alturas, posiblemente se enfrentaban al actuar represivo de la fuerza policial.

El estilo aguerrido del ya reconocido perro “Negro”, lo llevó a ganarse un inhabitual respeto social en esas mismas calles. Su figura día a día iba quedando inmortalizada en múltiples murales y fotografías, siendo estas últimas rápidamente difundidas a través de las incipientes redes sociales de entonces. Nacía así un nuevo ídolo popular, canonizado bajo su nuevo nombre: “Negro Matapacos”.

A partir de los estudios en semiótica y lingüística del filósofo Ferdinand de Saussure, la Historia Cultural nos enseña que, ante la experiencia de interpretar el significado de un objeto que se transforma en parte de la mitología popular de un pueblo, se debe superar la literalidad definitoria por el acto del significante. Este último pasa por la comprensión de lo que representa simbólicamente el objeto mistificado, superando la mera literalidad de su definición original.

La explicación de la trasmutación de un ícono secular como el perro “Matapacos” hacia un misticismo popular es lo que el destacado historiador de las religiones, Mircea Eliade, ha denominado bajo las categorías de lo profano y lo sagrado. Solo de esa manera se puede explicar intelectualmente el impacto social del significante sagrado que rodea -y ha rodeado- al ya mítico perro “Negro Matapacos”, especialmente tras el arrastre mediático que alcanzó su figura como uno de los íconos más representativos del despertar antineoliberal de la Revuelta Social de los años 2019 y 2020.

Ante la mediática contraofensiva conservadora que intenta criminalizar la protesta social mediante una interpretación literal de sus íconos, se debe aclarar que estos últimos deben interpretarse  en función de sus significantes, ya que tal como bajo el Estallido Social ningún carabinero perdió la vida a manos de manifestantes, asimismo el perro “Negro Matapacos” jamás mató a un policía ni tampoco su figura llamaba a hacerlo, ya que su ícono solo simbolizaba -y simboliza- los tan anhelados derechos sociales que han sido tan esquivos para la inmensa mayoría de los ciudadanos de nuestro país.

Jorge Olguín Olate

Doctor en Historia de la Universidad de Chile