Milei ¿Cronología de una derrota de su proyecto neoliberal? II Parte

Tras las primeras medidas neoliberales anunciadas por el ministro de economía Luis Caputo y del propio Javier Milei con su propuesta de DNU, Eduardo Serenellini, un mediático periodista argentino con tribuna televisiva, normalizaba el hambre que pudieran sufrir los argentinos de menores ingresos tras la implementación de las medidas neoliberales, al declarar que estos últimos tendrán que hacer el esfuerzo “mayor” de alimentarse con “una comida por día”. Tras esa desafortunada y deshumana fraseología, Milei nombró a este personaje como su Secretario de Comunicación y Prensa. Con este movimiento de piezas, el shock mediático de implementación de la ortodoxia neoliberal en Argentina mostraba su peor rostro.  

Para ser justos. El shock neoliberal de Milei que plantea principalmente una devaluación de la moneda, la venta de un sinnúmero de empresas públicas y la desregulación comercial no es nuevo. En 1990 el candidato del ala derechista del peronismo, Carlos Saúl Menem, comenzó a implementar ortodoxamente los lineamientos neoliberales del denominado Consenso de Washington, que pasaba mayormente por insistir en una mayor reducción del tamaño del Estado y en la devaluación de la moneda. Discurso neoliberal que en 1991 su ministro de economía, Domingo Cavallo, estuvo dispuesto a implementar al costo que fuese necesario, especialmente tras la aprobación de la denominada “ley de convertibilidad del austral”, que permitió cambiar 10.000 australes por un dólar, y luego ese dólar equivaldría a un nuevo peso argentino.

Nuevamente el espejismo neoliberal provocó que un dólar tan bajo trajera por unos pocos años una imagen de que se estaba derrotando por fin la inflación. Además, el poder adquisitivo de los ciudadanos parecía mejorar cada día, puesto que las personas estaban viajando más y comprando bienes que hasta hace momento les eran esquivos. Pero la realidad era otra. Como establecen los estudios de la CEPAL, detrás de este nuevo momento de “plata dulce” y de liberalización extrema de la economía se escondía la fragilidad de estar expuestos a los vaivenes que provocan las crisis de los mercados financieros, como fue la denominada crisis asiática de 1997.

Hacia el año 2001 el aumento de la inflación era incontrolable. El nuevo gobierno de Fernando de la Rúa trajo de regreso a Cavallo al ministerio de Economía. Todo parecía indicar que con este nombramiento se corregiría por fin y para bien la clásica frase “que un error no se repite dos veces”. Cavallo lo hizo, repitió el error nuevamente.

El 1º de diciembre de 2001, a través de una cadena de televisión, Cavallo anunciaba el célebre “Corralito”, que restringía el retiro de los ahorros en pesos o dólares, afectando directamente los créditos y los depósitos bancarios, especialmente de las clases alta y media, que eran los verdaderos dueños de la “plata dulce”. Pero a esas alturas el pueblo argentino en general había perdido completamente la paciencia. Salió a las calles iniciando un nuevo estallido social, que terminó con un presidente de De la Rúa huyendo en helicóptero desde el palacio de gobierno de Casa Rosada.

¿Y luego qué pasó? Los datos y mediciones técnicas del CESPA de la Universidad de Buenos Aires señalan que entre los años 2003 y 2012 Argentina vivió una década “dorada”. No solo logró sanear sus desfinanciadas arcas fiscales, sino que logró renegociar su altísima deuda externa, que en el caso del FMI fue pagada completamente el año 2005. Pero tal vez lo socialmente más importante es que bajó estrepitosamente la pobreza y el desempleo, creciendo en los primeros años notablemente el PIB y su IDH que hacia el fin de la era kichnerista alcanzó un notable índice de 0,836, lo cual es un dato duro de que estaba disminuyendo drásticamente lo que el PNUD denomina como “desigualdad de trato”.

Lamentablemente detrás de ese Estado benefactor que en 10 años recuperó con creces su presencia social en Argentina, y tal como destaca el CESPA, sus autoridades de gobierno lamentablemente tomaron erróneas decisiones en lo macroeconómico. El resultado de aquellas operaciones financieras fue que la inflación comenzó a elevarse poco a poco, situación que se acrecentó inclusive con un cambio ideológico de gobierno en 2015, cuando el peronismo debió dar paso al gobierno del derechista Mauricio Macri, quien, inclusive aplicando medidas neoliberales fue incapaz de frenar la inflación. El retorno del peronismo con Alberto Fernández no fue más que el epilogo de un final anunciado.

Si bien en los últimos meses los países están recuperándose de los altos números inflacionarios provocados por la impresión desregulada de dinero para enfrentar socialmente la pandemia del Covid-19, en el caso argentino no es tan así. Además este país presenta una variable política adicional, que creció mediáticamente aún más en todo este tiempo de incertidumbres: el avance de la extrema derecha. Durante todo este tiempo, los medios de comunicación argentinos al servicio del capital generaron un escenario de shock sostenido en el miedo, que bajo la consigna “que se vayan todos”, proyectó una instrumentalización de su futuro proyecto neoliberal bajo el rol de un personaje carismático y populista llamado Javier Milei.

Hoy Milei es el presidente de Argentina, y tras los antecedentes expuestos en estas dos columnas, la respuesta a sí nuevamente la ortodoxia neoliberal argentina será derrotada, no pasará por lo que haga o deje de hacer lo que ellos mismos denominan como “casta” de políticos o empresarios, sino como la misma historia del país lo ha demostrado, la respuesta final la posee única y soberanamente el conjunto de la ciudadanía argentina, incluyendo aquellos sectores más desposeídos que el gran capital lamentablemente ya los ha condenado a alimentarse una vez al día.

   Prof. Jorge Olguín Olate

Doctor en Historia de la Universidad de Chile